El valor de una sonrisa

El valor de una sonrisa

Recuerdo cuando todavía se iba a estudiar a la biblioteca de la Universidad que había un cartel dedicado al valor de una sonrisa, no se si solo decía esto pues han pasado muchos años, pero decía esto más o menos: ‘una sonrisa no cuesta nada y vale mucho’. Traigo a colación esta frase porque en mi diario vivir manejo en fila por mucho tiempo para hacer distancias cortas en mi ciudad colapsada por el tráfico, y en ese estar detenido por minutos, varios, muchas veces se me cruzan a hablar personas de diferente tipo al estar parqueado esperando poder pasar.

Ese día recuerdo la sonrisa de esta persona, que sin yo saberlo me esperaba todos los días. Es un hombre que se gana la vida limpiando los vidrios de los carros con agua. Resulta que el hombre muy amablemente pregunta si quieres que te laven el vidrio y sí, siempre lo había dejado, pero como ya es parte de mi paisaje diario en tantas intersecciones de tráfico, se me olvida que lo veo.

Recuerdo esta última vez porque llegué a la intersección en cuestión y yo pensando en mis preocupaciones, en lo que tenía que hacer, en que iba tarde, totalmente metido en mis pensamientos y llegó el hombre como tantos días y me regaló una sonrisa y me deseó buen día. Sólo el hecho de interactuar de esa manera tan simple me cambió el día y me ponía a pensar después, este hombre no tiene nada: solo el sol, la esperanza que le den algo los que pasan o que lo rechacen y él viene con una sonrisa y además me la regala. Ese día me hizo reflexionar sobre mí, sobre mi vida, sobre cuánto sonrío y lamentablemente muy poco.

Este hombre me enseñó que en la sencillez de un acto tan humano le puedes cambiar la vida a alguien y así de simple sacarlo de su ‘casete’ mental y volver la mirada hacia otro ser humano. Es cierto lo que decía el cartel de la biblioteca, sonreír no cuesta nada y vale mucho porque con ese simple gesto ya la vida se te cambió o se la cambiaste a alguien.

Sin duda que esto es una tarea pendiente en mi vida, sonreírle más a la vida, a la gente, descansar más de mi eterno cuestionamiento de las cosas y de las personas, de los días, de lo que pasa y no me parece y simplemente vivir y ya, parar con el cuestionamiento.

Y es que me cuesta reír, me lo decía alguien ayer también y es cierto y sobre todo reírme de mi mismo, pues al final yo enserio las cosas cuando son verdaderamente simples. A por la sonrisa como dicen los amigos españoles. Que valga y salga esa sonrisa para cambiarle el día gris a alguien o cambiartelo a ti mismo.

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