“El Blanco”, el gato

“El Blanco”, el gato

Resulta que toda mi vida he sido completamente aficionado a tener perros. Durante mi niñez y hasta los veintitantos años tuve perros, una dálmata la más memorable Pecas; un pastor alemán que era de nuestros vecinos, el Boe y vivía casi con nosotros; y otros perros que nacían fruto de amores callejeros de la dálmata: Percy, Bali, Nieves, Berna (que murieron atropellados) y el Negro (que no era hijo de la Dálmata) que una señora que nos ayudaba en la casa lo regaló, porque no lo soportaba más, sin mi permiso obviamente.

Hace 7 años inicié la aventura de criar un gato, cosa que nunca había hecho por la mala fama que tienen los gatos. Mi hermana tuvo su gata, La Pepa, y vivió 12 años. Este gato que adopté hace 7 años era blanco y macho, la Pepa hembra y operada o sea no tenía gatitos, pues se escapó de morir en su primer parto. Pero El Blanco en honor a su color, fue un macho que desde los 6 meses de edad anduvo regando hijos y se volvió un adulto gatariego (una palabra inventada, pero real en el mundo gatuno). Lo singular de este gato es que con cada novia que tenía nos llegaba a dejar a sus novias y crías a la casa, por lo tanto cada gato blanco que aparecía alrededor era obvio que era su hijo. Era la primera vez que criábamos un gato macho, por lo tanto era una novedad cómo tratarlo y cómo darle de comer. Empezó durmiendo conmigo, a mis pies y cuando ya se independizó dormía en el día y desparecía de noche. Siempre había una constante, llegaba a pedir de comer y sabíamos que venía porque nos miraba por la ventana y era su momento de entrar a comer.

Leí en algún artículo que los gatos se crían mejor si no se les deja salir a la calle. La realidad es que volverlos criaturas que pasen encima de uno no tiene ninguna gracia. Estos dos gatos dormían de día en la casa o en el jardín y de noche se iban de parranda. Los oíamos en el techo y sabíamos que allí estaban.

El Blanco se volvió el macho alfa del lugar donde vivimos y por lo tanto un gran peleador. Por este motivo, su aspecto cambió drásticamente, se volvió musculoso y con patas grandes de macho. Además, que aparecía arañado y con heridas que él mismo se curaba. Era muy inteligente y sabía cómo conseguir las cosas o cómo vengarse cuando no hacíamos lo que quería. Hablo en pasado de este gato porque luego de haber criado y convivido con una hembra gato  y  un macho gato, son preferibles las hembras, pues se auto cuidan más y son más tranquilas.

Al momento de escribir estas letras El Blanco está desaparecido. Tiene un mes de no aparecer, y no lo hemos visto en los alrededores, lo que indica que sus días de peleador y de macho alfa han terminado, posiblemente. En mi memoria quedarán los tiempos vividos en su niñez gatuna, sus singularidades y simplemente ser “El Blanco” que llegaba de parrandear.

Nota: la foto es con fines ilustrativos solamente.

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